Ya sabemos que en este nuestro país suele haber muchos capitanes y pocos marineros. Ocurre tanto en la empresa privada como en la pública. Demasiados jefes y pocos currantes de base que, al final, son los que acaban sacando el trabajo sucio. Y el que escribe no va a constituir la excepción que justifica la norma.
Tengo dos jefas y, afortunadamente, ambas están en otra isla, con un ancho por medio lo que revierte en tranquilidad para mi salud mental. Una de ellas, la que es jefa jefa, la conocí la semana pasada en persona; nos habíamos visto en un par de videoconferencias pero nada más. Y, después de casi cinco años, cruzó el charco y se presentó casi de extranjis porque nadie sabía que venía, al menos por lo que me pude enterar. Es una tipa con un carácter especial, tanto que mi anterior jefe (en materia archivística) se largó en el concurso de adscripción porque ya no la aguantaba. De hecho, me han contado que se pone a gritar y despotricar, algo que espero no ver nunca y aún menos padecer, aunque reconozco que si se pusiese así me largaría sobre la marcha. La nueva subjefa ha empezado a descubrir este año como se las gasta y me ha reconocido (en voz muuuy baja y con la boca pequeñita) que la ha estado puenteando. Mal rollo en el ambiente, vamos. Menos mal que no estoy de cuerpo presente en la sede central porque si no ya estaría subiéndome por las paredes, como me pasó con la visita de la penca esta, en la que estuve a punto de quedarme sin vacaciones porque la muy h..j.d.p..a se emperraba en que tenía que quedarse alguien en agosto (cuando ya lo hay). En fin, nada que no se pudiera solucionar con un par de compañeras comprensivas y que se ofrecieron para lo que surgiese.
Luego tengo la otra jefa en materia de lo mío, con la que hablamos de curro, de las tareas que hay que hacer, cómo enfocar algunas cuestiones, las dudas, sugerencias y demás historias. Con esta lo llevo bastante bien porque ya se cómo tratarla, y como es del mismo gremio pues nos entendemos perfectamente. Por último, tengo a otra tiparraca que no es jefa directa mía pero que, por su cargo (lleva la administración del edificio y todo lo concerniente a la coordinación), pues me afecta parcialmente. Es la media jefa que me faltaba. A veces colabora pero en otras me he mosqueado bastante con ella, básicamente porque ya tiene una cierta edad y es una experta en echar balones fuera porque no quiere problemas. Pues vete de auxiliar administrativo guapa, que para algo te están pagando una jefatura gorda; los problemas van acorde con el sueldo.
No obstante, dentro de lo que cabe, reconozco que no me quejo mucho porque estar a distancia de las jefas directas ayuda a tener mucha tranquilidad. En ocasiones, como la semana pasada, te las encuentras y te enervan, sobre todo cuando hay dos juntas; pero, en general, disfruto bastante con mi trabajo. Sólo espero que se jubilen prontito y desaparezcan del mapa lo antes posible. Si no, me veo contratando un cazarrecompensas...
2 comentarios:
El problema es que los jefes son como los michelines: no desaparecen, solo se transforman. Cuando se te jubilen, te pondrán otras peores...
Sufur, peores que estas va a ser complicado. Aunque conociendo como funciona la Administración ya no me sorprendería nada.
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