No se si lo habré contado alguna vez, y probablemente los que me conozcan en persona ya se habrán dado cuenta, pero soy un goloso empedernido. Me puede todo lo dulce, lo calórico, lo que engorda sin remedio; soy de esos que si van a comer a algún restaurante no pueden resistirse a un buen postre (salvo, quizás, en los momentos de dieta dieta u operaciones bikinis en que me pongo serio... cof cof...), a un dulce en el desayuno, a las galletas, a cualquier chuche en definitiva. Siempre le he echado la culpa a mi madre, que es una golosa empedernida, porque estoy seguro que cuando estaba embarazada de mí se hartó a comer de todo eso y más, así que, como lo llevo en los genes, pues he decidido que no tengo remedio y sigo con la tradición familiar.
Tras este breve prólogo, he de confesar que hace poco he descubierto a través de J. que el Mercachona... siii, ya se que el Mercabrona es el Mal para muchos pero tiene cosas que me gusta así que caigo y peco en ellos aunque luego reconozco que reparto mi dinero por otros establecimientos. A lo que iba, pues resulta que el Mercachona tiene un gel de baño de la colección Monogotas con olor a vainilla. No es el único porque tiene unos cuantos a canela, coco e, incluso, de moras. Pero del que estamos hablando en concreto es el de vainilla.
He aquí el cuerpo del delito
A continuación un breve interludio en la historia. En esta ciudad existe una marca que fabrica chocolates, chocolatinas, café, caramelos e, incluso, mermelada y probablemente algún producto más que desconozca. Pero, vamos, los más conocidos por la población local y no tan local son los relacionados con el chocolate y el café. Esta fábrica se encuentra en una avenida muy cerca de la casa de mis padres y la de mis abuelos, tanto que para ir al instituto, a la playa y a varios sitios de la ciudad debía coger la guagua justo delante suya. Y era un placer estar sentado en la parada mientras sentía los olores a café (el que más me gustaba) o a chocolate en los días que se ponían a ello.
Prosigamos con la historia. Pues eso, que a través de una amiga de J. conocí este gel y cuando lo huelo por primera vez resulta que no, que no me huele a vainilla sino que me recuerda a los caramelos de nata de Tirma, la fábrica de antes, que me daba mi abuelo paterno cuando era pequeño. Caramelos de nata que eran la gloria, mucho antes de los Werther y esas zarandajas, porque además son blandos. Así que ahí me tienen cada vez que me ducho, oliendo a caramelos de nata. Soy consciente que quedaría muy bien diciendo aquello de que ese olor me trae recuerdos especiales de mi infancia, de dientes que se pegan entre sí por el caramelo, de paquetes enormes llenos de caramelos, etc. Pero, si tengo que ser sincero, diré que cada vez que abro el gel y me lo pongo por encima de lo único que tengo ganas es de salir corriendo a la calle y comprar un kilo de caramelos de nata para comérmelos sin parar como si no hubiese un mañana. Maldita perdición...
2 comentarios:
http://pasaelmocho.blogspot.com.es/2011/12/mercadona-incita-al-beso-negro.html
Joder, que atrasado voyyyyyyy...
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