Ayer el día empezó rematadamente mal: con el termo roto. A las cinco y pico de la mañana me despertó el ruido de agua cayendo; al principio pensé que llovía, cuando me di cuenta que nones, que se oía sólo desde la zona del patio. Con curiosidad me acerqué por la cocina y noté el chof chof en los pies y que había saltado la palanca de la luz. Genial. A cortar el agua y a limpiar con la fregona la cocina y parte del salón que se me inundaron, y todo con un mísero termo de quince litros. No imagino la debacle si llega a ser de cincuenta litros.
A todas estas, iba haciendo la limpieza sin gafas o con las gafas cogidas con cuidado porque se me rompieron el día anterior. Para muchos no será un drama pero para los Rompetechos que somos algunos llevar gafas (o lentillas, que también hay simuladores en esta vida) es como respirar. Así que me tocó llevar ayer las gafas de sol que, al menos, están graduadas y me permiten no pegarme un toletazo con lo que sea. Parecía Stevie Wonder en plena Operación Disimule Que Aquí No Ha Pasado Nada y hasta en el trabajo me preguntaban si me había pasado algo o es que iba en plan chico Martini.
Menos mal que el Spaghetti Volador aprieta pero no ahoga y todo se fue solucionando a lo largo de la tarde. Con la ayuda de mi padre pude comprar un termo nuevo y colocarlo en su sitio; vale, él lo trajo y cuasi lo instaló con la poca ayuda que me dejó hacer. Y luego pude ir a buscar a mi ojito derecho, mis gafas, que habían pasado por el taller y se hallaban en plena forma tras su recuperación. Así que lo que ayer era un día nefasto lleno de nubarrones se transformó por la tarde en un día estupendo. Si no fuese por lo descreído que soy casi diría que estuve en una película de Disney "Las desventuras de un cegato doméstico" con moraleja y happy end.
Y a partir de esta tarde... Fin de semana en Maspalomas en pleno Orgullo Gay hasta el lunes. De lujo para olvidarlo todo.
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