Vamos a contar algo de las vacaciones, aunque sea por encima. Una de las cuestiones programadas consitía en viajar a Barcelona. Ir a la ciudad condal siempre es un placer. Esta era la tercera vez que viajaba a ella y siempre me he sentido bastante cómodo y a gusto; esta vez sólo porque las anteriores siempre he ido acompañado. Los motivos eran muy simples: disfrutar de la ciudad y ver a los colegas. Y aprovechar para ver un par de cosillas que se me habían quedado pendientes.
Una de ellas era el Museo Egipcio de Barcelona, considerado el mejor museo de esta temática en España. Es un museo relativamente pequeño, solamente tiene dos plantas pero el fondo que tiene es bastante curioso y procuran aprovechar al máximo tanto el espacio como el contenido. La entrada me pareció un poco cara para lo que realmente es pero teniendo en cuenta que es una fundación quien lo ha creado y no es un museo público pues tampoco es tanto. Lo que sí me gustó fue que en el rato que estuve de visita vi tres grupos de escolares con sus respectivos guías explicando cosas del antiguo Egipto, al menos se ve que contaba on bastante aceptación y que se mueven en el mundo escolar.
Otra de las tareas pendientes consistía en visitar alguno de los edificios creados por Gaudí. Esta vez me decanté por ir a La Pedrera o Casa Milá, como también se le conoce. Allá que me alcancé una mañana relativamente temprano, y menos mal que fui previsor, porque cuando salía a mediodía la cola para subir en el ascensor ya llegaba hasta el patio interior. Bueno, el edificio es uno de los emblemas de Barcelona y de la obra de Gaudí y para alguien a quien le gusta la arquitectura y el arte es una delicia. Se habrá escrito y hablado de él lo que no me puedo imaginar pero pasear por la azotea, por el ático donde tienen una exposición con maquetas del edificio y otras obras de Gaudí resulta todo un placer. Eso sí, recomiendo que si alguien está interesado vaya a primera hora, las hordas de turistas (entre los cuales me incluyo) pueden llegar a ser agobiantes, tanto para visitar con tranquilidad los distintos departamentos (azotea, ático, el piso) como para acceder al ascensor.
Y, luego para acabar, un poco de turisteo por el Barrio Gótico. En realidad, esta es una constante en cada visita, me encanta pasear, meterme por las calles, mezclarme entre los turistas y sentirme un poco así, sacando fotos a diestro y siniestro, disfrutar de esa zona de Barcelona... Tópico ¿verdad? Pues me da igual, lo paso genial callejeando y recordando de nuevo todo lo que he visto anteriormente, sobre todo porque ya han pasado cuatro años de la última visita.
2 comentarios:
La última vez que estuve fue en 1991 y mi chico no conoce la ciudad. Se muere por ir a la Sagrada Familia.
A ver si lo hacemos pronto.
Eleuterio, aún no he entrado en ella (salvo a la cripta que lo hice la vez anterior). Y Barcelona bien merece una visita, o dos, o las que haga falta.
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