Este fin de semana coincidían dos grandes estrenos: la última película de Almodóvar, que me gustaría ir a ver aunque dependerá del tiempo disponible, y la última producción de Disney: Oz, the great and powerful, titulado aquí como Oz, un mundo de fantasía.
¿Y de qué va? Pues es, ni más ni menos, que una precuela de la fantástica El mago de Oz, en la cual James Franco interpreta a Oscar Diggs, un mago de tercera o cuarta categoría que para abreviar su largo nombre se hace llamar Oz, y que
es más un tramposo y engañife que verdadero mago, y que a través de
un tornado (al igual que Dorothy) llega al fantástico mundo que tiene su
mismo nombre. Allí conoce a Theodora, Evanora y Glinda, las tres
brujas, y tendrá que enfrentarse a la bruja mala para ser nombrado rey
de Ciudad Esmeralda. Obviamente, si has visto la película de Judy Garland ya intuyes por dónde van a ir los tiros porque la película de 1939 se plantea como una continuidad de ésta que se ha estrenado el viernes pasado.
Vaya por delante que se trata de una película de Disney, con todo lo que ello conlleva para bien y para mal. Es cierto que hay un gran despliegue de efectos técnicos, principalmente enfocados para el 3D y que se nota muchísimo en ciertas escenas, unos efectos especiales bastante bien conseguidos, una estupenda dirección artística dirigida a seguir los pasos de El mago de Oz y mucha imaginería visual y sonora que llama poderosamente la atención. Vamos, es todo tan recargado que es un puro delirio visual totalmente kitsch y que sería el paraíso para Alaska y Mario Vaquerizo.
Pero todo esto no puede cubrir lo que es evidente, y es la de un guión bastante predecible y muy anodino. Entiendo que Disney quiera una película apta para todos los públicos para así llegar a un espectro más amplia de cinéfilos (y recaudar más, obviamente) pero tampoco hace falta llegar a ciertos niveles de sensiblería. Y es una pena porque la historia, aún buscando llegar a la mayor cantidad de público, tenía todas las papeletas para ser un poco más oscura, subversiva si se quiere y con toques surrealistas incluso, sobre todo con un director como Sam Raimi al que, salvo en un par de momentos muy puntuales, apenas se le siente en la película. Si me dijesen que el director es otro, Spielberg o Fulanito de Tal, me lo creería perfectamente.
Y, sin embargo, hay detalles interesantes. Para mí, lo mejor de la película es el comienzo, emulando y homenajeando El mago de Oz así como la escena del tornado porque ya se dibuja por completo al personaje de Oz. El personaje de la muñeca de porcelana que aún siendo tierno y sensible ejerce de contraste y un poco de Pepito Grillo del mago. Y junto con eso me quedo con los personajes de las brujas. Glinda porque aún siendo todo caramelo y azúcar (imitando a la de 1939) no es tan tonta como pueda parecer; y las hermanas Theodora y Evanora porque me encantan, ejercen de contrapunto a Glinda y... bueno, no digo más para no hacer spoiler de la película. Pero si has visto El mago de Oz ya sabes lo que va a suceder. Además, soy fan de Rachel Weisz y aunque en alguna escena pueda parecer que pasaba por allí de casualidad la verdad es que en otras tiene su punto perverso. Y adoro a las chicas malas.
Por último, la música, que ha sido compuesta por Danny Elfman. Como muchos de sus trabajos, y más en una película de estas características, Elfman se ha decantado por una música esplendorosa, apoteósica, sostenida por un tema principal sobre el que vertebra toda la banda sonora. Bien a modo de valses, con coros o en un contexto más íntimo, este tema barre al resto de sugerencias musicales para la película. Y como en casi todos los compositores hay destellos que remiten a otros trabajos de Elfman, como ese comienzo a piano que recuerda Eduardo Manostijeras. No obstante, es un buen trabajo que se acopla perfectamente a las intenciones de la película: delirio visual, recargamiento y espectacularidad.
2 comentarios:
Creo que la iré a ver....
Saludos
No está mal, se deja ver pero podría estar mucho mejor. Le doy un aprobadillo. Un saludo
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