Cuando a finales de octubre del año pasado, Disney anunció que había adquirido Lucasfilm por el módico precio de 3.125 millones de dólares fuimos muchos los que nos echamos a temblar. Porque en el mismo acto ya se estaba anunciando una nueva película de la saga Star Wars para el 2015. Lo cual para un superfan confeso de la misma debería ser la panacea ¿no?
Pues no. Después de la semidecepción que supuso la nueva trilogía de la saga (los episodios I, II y III), los seguidores de La guerra de las galaxias tenemos algo de miedo de lo que pueda ocurrir. Máxime teniendo en cuenta en manos de quien se encuentra ahora: la compañía del ratón Mickey. Así que los temores pueden estar plenamente fundados tras las expectativas que se crearon hace catorce años con el estreno de los nuevos episodios. Y eso que uno ya iba mentalizado para ser receptivo después de años de rumorología, merchandising que salía a cuentagotas, de comprar libros que añadían más tramas a la historia original como la Trilogía de la Nueva República de Timothy Zahn (la primera y mejor de todas para el que suscribe) e incluso la banda sonora compuesta por Joel McNeely para Sombras del Imperio dentro del proyecto que ideó Lucasfilm.
Y es que no siempre más cantidad significa mejor calidad. A las pruebas me remito. La otra gran saga estelar, Star Trek, supo mantener el equilibro entre calidad y cantidad en las cuatro series que programó entre 1987 y 2005 al tiempo que estrenaba en las salas de cine seis películas (dos con la tripulación de la serie original y cuatro con las de La nueva generación). Aún así, con todo el cuidado en su presentación, la adoración de los fans y demás aspectos, al final se detectó un agotamiento de la franquicia. Y me temo que con Star Wars puede ocurrir algo similar. Es verdad que los seguidores nos echaremos encima todo lo habido y por haber. Iremos a ver las películas, compraremos gran parte del merchandising, las películas en BlueRay y cuasi entraremos por el aro. Y sólo con eso recuperarán gran parte, por no decir toda, la inversión realizada.
Porque en el fondo, como todo, se trata de hacer negocio. Sobre todo por parte de los dueños de Disney que han heredado del tío Gilito el amor por el brillo de los dólares y que en parte les ha contagiado tito Lucas. De ahí que, tras la sorpresa inicial hace casi un mes cuando Disney anunció que cerraba LucasArts, la sección de Lucasfilm que creaba los videojuegos, no tardasen en proclamar hace pocos días a bombo y platillo que iban a presentar una película de La guerra de las galaxias cada verano a partir del 2015, teniendo en cuenta que los episodios VII, VIII y IX se estrenarían cada dos años y en medio aparecerían películas independientes o spin-off de personajes de la saga. Con J.J.Abrams de por medio. Para echarse a temblar y temer lo peor.
Esto sólo acaba de empezar...