Este martes pasado fallecía en Londres Ray Harryhausen. Para cualquier amante del cine de aventuras, fantástico y de la ciencia ficción este nombre no pasa inadvertido ya que fue el creador de algunas de las mejores escenas con efectos especiales del cine de los años cincuenta, sesenta e incluso de los setenta.
Especialista en la técnica del stop-motion, Harryhausen se lanzó al mundo del cine desde muy joven, captado por las ilusiones tras ver El mundo perdido y King Kong. Tras unos años aprendiendo el oficio, se consagró con El gran gorila trabajando con Willis H. O'Brien, el creador de King Kong; y aunque realizó la mayor parte del trabajo el Oscar, que ganó la película a los mejores efectos especiales ese año, se lo otorgaron a O'Brien. Durante la década de los cincuenta se fue asentando en la industria y obtuvo un reconocimiento propio con películas como A veinte millones de millas de la Tierra, La Tierra contra los platillos volantes o Simbad y la princesa.
Sin embargo, su mejor época fue la década de los sesenta y comienzos de los setenta cuando alcanzó un dominio asombroso de la técnica. Su ingenio para crear monstruos y dotarles de vida, de llevarnos a otros territorios y tiempos de la humanidad, a sumergirnos en aventuras de fantasía con seres y animales de otras épocas hizo que entrara en la categoría de mito y leyenda para muchas generaciones de cinéfilos. La lucha con los esqueletos (con su antecedente en Simbad y la princesa) y con la estatua de Talos de Jasón y los argonautas, La isla misteriosa con sus animales gigantes (aquí el propio Harryhausen habla de su trabajo en ella), los dinosaurios prehistóricos junto a Raquel Welch en Hace un millón de años o las maravillas que le suceden a Simbad en sus viajes fantásticos forman parte de la historia del cine.
Una muestra de su trabajo.
Nunca tuvo un reconocimiento oficial en forma de premios en su momento más álgido, tal vez porque su participación en películas de bajo presupuesto y serie B no le dieron la fama y el mérito que realmente debería. Obtuvo un Oscar honorífico en 1992 aunque estaba retirado desde comienzos de los ochenta, pues su último trabajo fue en Furia de titanes en 1981 (en la que realizó un compendio magnífico de todo su arte), cuando ya estaban asentados otros tipos de efectos especiales, muchos igual de artesanales, que empezaban a cooperar con los ordenadores. Tal vez para muchos amantes del cine de hoy en día habituados a los CGI y pantallazos verdes esos efectos especiales se hallan completamente desfasados y pueden resultar incluso ridículos pero en su momento constituían una maravilla, por no hablar de que estaban dotados de alma y cariño del propio Harryhausen. Por eso la fantasía nunca dejó de volar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario