Empezar un año es la ocasión perfecta para los nuevos propósitos. Esos que nunca cumplimos o que van languideciendo según se acaba el invierno y se aproxima la primavera para luego desaparecer en verano. También es normal que cada vez nos pongamos menos a cumplir porque en la mayoría de las ocasiones nos lo proponemos a la vuelta de las vacaciones, ya sea en septiembre u octubre, para intentarlo durante el año escolar. Es lo mismo. Es como sucede con los filtros en el primer año de cualquier carrera universitaria: empiezas fuerte y llegan primero las navidades, si la superas enseguida están los carnavales (el segundo filtro) y si pasas Semana Santa, el tercero, ya continúas hasta junio.
Pues con los propósitos pasa lo mismo, te planteas varios y, por lo general, van quedando por el camino. Esos kilos de menos que quieres perder y que se adosan y crecen aún más en Navidades, esos libros que leer y nunca te pones, esos idiomas que deberías aprender y que te conformas con el Google translator y hablar como la china del Moda Xin, y así todo. Por eso debemos ser realistas, cruda y duramente realistas. No vamos a cumplir ninguno de los propósitos porque siempre habrá algo, o alguien que generalmente es uno mismo, que se encarga de torpeadearlo. Entonces ¿para qué continuar? ¿Por qué insistimos? Testarudez, tozudez, morrudez, ganas de probarlo todo, pensar que podemos... se admite cualquier teoría.
Y sí. El que escribe también ha entrado en la tradición y me he propuesto dos propósitos. Pocos ¿verdad? Uno es el de todos los años por lo que lo considero a corto y medio plazo: ser constante en el ejercicio y bajar unos kilitos de sobre peso. Me conformo con que sean cuatro y bajar de los 75, así que la meta no es tan complicada de alcanzar. Ya hablaremos en junio. El otro es un propósito a largo plazo, no tanto por mi falta de ganas o interés sino porque requiere bastante tiempo; he empezado un proyecto de investigación de lo mío, de lo que me gusta, lo que supone ir al archivo en busca de información y eso solo podré hacerlo los lunes por la tarde que es cuando abre el archivo a esas horas que no coincide con mi horario laboral. Así que me veo un par de añitos buenos dejándome las pestañas y dioptrías leyendo papelacos del siglo XVIII mientras escribo alguna que otra cosilla por medio, que me conozco.
Bueno, en realidad, hay un tercer propósito para este año. Es el mejor de todos, al menos para mí, y el que deseo cumplir al 100%. En apariencia puede resultar bastante difícil porque abarca todo el año y es un objetivo permanente pero espero que no resulte tan complicado: ser feliz y disfrutar de la vida. Espero que también os lo hayáis propuesto porque es lo mejor que podemos hacer.
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