El sábado tuvimos boda, y no, no era la nuestra. Estuvo muy bien, una ceremonia sencillita y nada larga y pesada. Además, el sitio estaba genial, en Arucas, con mucha vegetación y fresquito. Lo pasamos muy bien y prácticamente nos echaron a las tres de la mañana.
Y como íbamos preparados, pues mi nene y yo nos cambiamos en el coche (eso de ir con traje y corbata a la siguiente parada como que no) y nos fuimos a los chiringays que se habían montado en la trasera del parque Santa Catalina. Llegamos más allá de las tres y media de la mañana y, claro, a esa hora ya estaba todo en plena efervescencia. Le dí un toque a un amigo que sabía estaría por allí y nos pusimos a bailar, todavía tenía ganas después de la boda. Nos quedamos hasta poco más de las cinco, cuando cerraron los chiringuitos y la gente se retiró a los locales de toda la vida que aún estaban abiertos. Mucha gente, algunos ya de vuelta de todo. Nos pasamos un buen rato hasta que terminó.
Y para terminar, una de las varias marchas nupciales que hay en el mundo musicoso. Este es de Wagner, de la ópera Lohengrin, y la prefiero a las otras. Y a los que no les gusten los matrimonios y bodorrios y esas cosas, pues que no le den al play, jajajaja, hala.