En un futuro relativamente cercano la Tierra es atacada por una raza de alienígenas, denominados insectores, que es rechazada en el último momento por un héroe. Cincuenta años más tarde, Andrew Ender Wiggin, un niño prodigio de seis años, es reclutado y enviado a la Estación de Batalla, una estación espacial utilizada como escuela de entrenamiento donde, con otros niños, es adiestrado en las técnicas de batalla espacial con el objetivo de derrotar a los insectores en una más que probable nueva invasión.
El juego de Ender está basada en una novela homónima de Orson Scott Gard por la cual ganó los premios más prestigiosos de la literatura de la ciencia ficción: el Hugo y el Nébula. Hasta hace bien poco se tenía por hecho que esta novela difícilmente podría llevarse al cine por dos motivos fundamentales: uno es la parte técnica ya que describe actos, aprendizajes y batallas que requerían ciertos avances técnicos que hasta ahora constituían una piedra en el camino; otra es la parte psicológica ya que el relato se centra, en gran medida, en los pensamientos y sentimientos de Ender sobre todo lo que le acontece, tanto en la Estación de Batalla como en las relaciones con sus hermanos. Quedaba claro que la primera se solucionaría con el tiempo, como así ha sido, pero la segunda suponía el reto más duro de cumplir.
Es indudable que cuando uno lee un libro y luego lo plasman en la gran pantalla puede suceder dos cosas: lo más inusual es que sea bastante fiel al original, salvando la distancia de la diferencia de lenguaje (escrito y visual) o lo más habitual, que despedacen la fuente original, lo mastiquen y escupan un producto completamente distinto al que habíamos ideado en nuestra cabeza tras leer el libro. En esencia, El juego de Ender es fiel a la novela, y digo en esencia porque la adaptación, sin llegar a ser una maravilla, cumple relativamente sus objetivos que son la de un producto de entretenimiento y palomitero. Otra cosa es que esté de acuerdo con el vehículo utilizado, el cine, para plasmar la historia de Ender porque la obra es muy compleja y necesita más de dos horas para narrar la historia. Y eso se nota al percibir que han metido la tijera y que algunas cuestiones, como la evolución de Ender en la Estación de Batalla o la historia de la relación de Ender con sus dos hermanos, han quedado diluidas o desaparecidas por completo.
La sensación que me ha dejado la película es que me ha entretenido, es un producto más que digno sin grandes agujeros de guión pero que transmite frialdad. Frialdad en las actuaciones y en todo el apartado técnico, que me deja con la duda de si es intencionado por parte del director o, por el contrario, se trata de que los actores no son capaces de transmitir las dudas de Ender y los ataques de sus superiores. Para empezar creo que Asa Butterfield es demasiado mayor para el papel; Ender sólo tiene seis años y precisamente la edad es un handicap en su integración en la Escuela al ser el más pequeño de todos y que contrapone con su inteligencia. Y para mí Harrison Ford no tiene el carisma para transmitir el cinismo y la brutalidad del coronel Graff, podría haber cumplido a la perfección el de Mazer Rackham. Creo que estos dos errores de casting sobre los cuales recae prácticamente todo el peso de la historia impide empatizar con Ender y todo lo que le acontece así como comprender las motivaciones del coronel Graff.
En cambio, la frialdad que señalaba me parece un acierto en el apartado técnico porque incide y nos sumerge en la sensación de una sociedad fría, militarizada y despersonalizada en la cual las personas no cuentan, son sólo instrumentos para conseguir el objetivo final: la derrota de los insectores. Tanto la fotografía como el diseño de producción se dirigen en esa dirección; ambos apartados así como los efectos especiales están muy logrados y son una auténtica maravilla, se nota el trabajo bien hecho (tanto en la parte de la Estación de Batalla como en la posterior del Centro de Mando) y el dinero que hay detrás.
Aún con todo lo dicho creo que se trata de una adaptación más que digna y respetuosa con el original, máxime teniendo en cuenta los destrozos que se practican constantemente en estos tiempos. El libro es bastante complicado de adaptar por la carga psicológica que lleva y, si obviamos un poco esta parte, el producto final, tal y como señalaba más atrás, es más que aceptable como entretenimiento.
Por último, en lo que concierne a la banda sonora, ésta ha sido encargo de Steve Jablonsky, un habitual de las cintas de acción y ciencia ficción de los últimos años. Personalmente, cuenta con algunos momentos logrados dándoles un toque militar e, incluso, épico pero le falta un tema definido que nos haga simpatizar o acercarnos a Ender y su mundo. Por otro lado, creo que le falta personalidad, suena a música ya conocida, que se ha compuesto en los últimos años, y no se distingue de otras que podrían ir en el mismo camino. Como música ambiental tiene cortes interesantes pero no aporta nada nuevo ni distinto a lo hecho últimamente.