jueves, 28 de marzo de 2013

OST Special Edition

Ahora que estamos en unas fechas tan entrañables, donde la gente se echa a la calle de fiesta, con aglomeraciones, cuerpos sudorosos llevando estatuas, cantando desde los balcones, tocando tambores y disfrazados a lo Ku Klux Klan (para que luego hablen del Orgullo) vamos a poner un poco de música que el cine, ese arte tan del siglo XX, creó para ilustrar dichas fiestas.

Mucho antes que el cara de palo Charlton No sin mi rifle Heston pusiese cara a Judá Ben-Hur ya existió un antecedente en las postrimerías del cine mudo (incluso otra previa en 1907). Un Ben Hur dirigido por Fred Niblo e interpretado por Ramón Novarro con algunas escenas a color (gracias a un bicromatismo primitivo) y con espectaculares escenas de acción, y al que le puso música, a comienzos de la década de 1990, el compositor Carl Davis.



Más recientemente, Jesucristo fue objeto de una revisitación sesentera y hippie bajo la forma de un musical, en el que destacan algunos números que se hicieron ultrapopulares. Jesucristo Superstar fue un éxito en su momento, y aún lo sigue siendo después de algunas reposiciones y revisitaciones, así que se merece un hueco en nuestro top de Semana Santa con la canción de ese Herodes tan gay.



Si hablamos de irreverencias varias no podemos dejar de lado a los Monty Python y su visión especial de la vida de Jesús a través de Brian, un mindundi que tiene la fortuna, o no, de nacer a la vez que el Mesías. Sátira, mala leche a raudales, crítica corrosiva y mucho humor para una película que ya empieza con unos títulos de crédito marca de la casa.



Por último, una visión de lo que pudo ser la vida de Jesús si hubiese aceptado las tentaciones que el diablo le sugería. Una película, La última tentación de Cristo, que en su momento creó mucha polémica con manifestaciones, boicot y demás. Luego resultó que tampoco era para tanto, pero es lo que tienen los integristas, no ven más allá de su nariz.



Espero que disfruten de la música y de los días de asueto. Descansen mucho y hagan lo que mejor les plazca.

martes, 26 de marzo de 2013

Astenia seriéfila

Mis niveles seriéfilos están bajo mínimo. Ha sido llegar la primavera, no la sucedánea esa del equinoccio del 20 de marzo sino la de El Corte Inglés que es la real y verdadera, hace como un mes y no tener tiempo pa'ná. Porque, hoy por hoy, necesitaría días de 30 horas como poco, y aún así me quedaría corto. Se me acumulan los episodios uno tras otro, tengo tropecientas series pendientes por ver. Y ya no digo lo de comentarlas en este blog. para que tengan sugerencias y caigan en sus redes. Por supuesto, el tema películas está casi dado de lado salvo que me escape para verlas en el cine y gastarme los cuartos.

Así que llegan unos días de asueto en los que piensas que vas a tener tiempo para todo. Un poco de descanso, otra poca de celebración cumpleañera de amigos, otra poca para dejar la habitación del estudio en condiciones y otra poca para series y cine. Estupendo. Todo organizado y cuadrado para que haya de todo. Y entonces va tu chico y te da una sorpresa, comprándote un pasaje para ir a Lanzarote con un día de playa y poder estar con él cuando pensabas que no ibas a verle en dos semanas. Porque quien se resiste a disfrutar de Papagayo...


Sí. Eso mismo pensé yo. Que le den a las series que ya habrá tiempo. Si lo hay...


miércoles, 20 de marzo de 2013

Primavereando

Desde hace un par de semanas ya se nota el buen tiempo, las tardes más largas, la alergia... ¡¡Ya llegó la primavera!!


martes, 19 de marzo de 2013

Linea!!... Bingo!!

Hoy toca una entrada muy en plan confesiones, de contar esas cosas que te dan un poco de vergüenza aunque en el fondo, muy en el fondo, las disfrutas. Y es que me estoy convirtiendo en un binguero señores, sí, como Andrés Pajares y Fernando Esteso. 



Bueno, vayamos por partes que es un poco largo. Aunque echo una primitiva a la semana, por aquello de tentar la suerte y retirarnos de esta puñetera maravillosa vida laboral, y rellenar un par de quinielas o euromillones al año, la verdad es que no suelo implicarme demasiado en los llamados "juegos de azar", básicamente porque me gusta ganar y en esto si algo tienes que tener claro es que ganar ganarás poco. Salvo que algún día la diosa Fortuna se acuerde de ti y te sople un poco a su favor lo cual, teniendo en cuenta que no creo en eso, pues lo tengo bastante mal.

Hasta hace un par de meses sólo había entrado una vez a un bingo y fue cuando aún había pesetas y tenía el pelo casi negro. Que tiempos aquellos. Fuimos unos colegas a buscar a otro que trabajaba en uno y en la espera pues decidimos entrar y gastarnos mil pesetillas que como entraron se fueron. Nos echamos unas risas, nos pusimos a tachar números y hasta la vista. Pero un día, a comienzos de año, estando en mi segunda casa de paseo por esos sures pasamos por delante de uno y le conté la anécdota a J. Nos miramos y dijimos "¿por que no? ponemos diez eurillos y a ver si hay suerte". No la hubo claro y ahí quedó la cosa. Hace un par de semanas estábamos con una amiga suya y pasamos delante del mismo bingo y nos picó el gusanillo pero, tras asesorarnos sobre el más conveniente, fuimos a uno que se halla cerca de Coruscant. Y la amiga de J. cantó un bingo que nos repartimos a partes iguales, que para eso ponemos cada uno la misma cantidad. Este fin de semana pasado hemos vuelto a ir. Al mismo bingo. Y fue J. quien cantó un bingo, aunque esta vez lo tuvimos que compartir porque alguien más (¡¡mardito/a!!) cantó también. Lo divertido es que J. se pone atacado y cuando le queda un número o dos le empieza a subir la tensión. 

Pero lo mejor de ir a un bingo, aparte de cantar uno y llevarte las perras a casa, es observar la fauna. Es impresionante. No se a qué tardan los antropólogos a realizar un estudio en profundidad porque daría para varias tesis. Señoras mayores con una edad que dejan a Sarita Montiel como una auténtica jovenzuela pero con fuerzas para gritar ¡¡bingo!! Señores que se llevan a la familia y te encuentras al padre, la esposa, el hijo/a con la novia o el novio llenando una mesa ellos solitos. Señores que se ponen a comer mientras juegan (esto es el colmo del equilibrio de atención, jugar, comer, oir...) y oyes los cubiertos contra los platos mientras una voz insulsa va cantando: el setenta y tres, el veinticuatro, noventa, cincuenta y siete... Señores que se mudan a otra mesa porque piensan que todos los bingos se están cantando por una zona concreta que no es la suya, o que le das mal fario. Matrimonios mayores que se van al bingo no porque ellos no jueguen no, sino porque su nieto de catorce años les fomenta que vayan (ya se pueden imaginar para qué querrá quedarse un adolescente hormonado solo en casa). Señores que te miran con una sonrisa Tita Cervera mientras sus ojos delatan la ira que los corroe porque cantan un bingo a la segunda ronda de llegar mientras ellos llevan vete a saber cuánto tiempo. Amas de casa que te confiesan que sus maridos la están esperando a ver cuánto se han gastado y se ríen con esa risilla nerviosa de "jijiji, me estoy gastando la paga semanal y mañana comeremos potaje de berros". Eso por no hablar de la sensación que uno tiene, al menos yo, de entrar en la sala y sentir que todo, sí TODO, el mundo te observa y te ve como la próxima víctima propiciatoria a quien esquilmar. Menos mal que tenemos las cosas claras ¿no?




martes, 12 de marzo de 2013

Destripando... Oz, un mundo de fantasía

 Este fin de semana coincidían dos grandes estrenos: la última película de Almodóvar, que me gustaría ir a ver aunque dependerá del tiempo disponible, y la última producción de Disney: Oz, the great and powerful, titulado aquí como Oz, un mundo de fantasía.


¿Y de qué va? Pues es, ni más ni menos, que una precuela de la fantástica El mago de Oz,  en la cual James Franco interpreta a Oscar Diggs, un mago de tercera o cuarta categoría que para abreviar su largo nombre se hace llamar Oz, y que es más un tramposo y engañife que verdadero mago, y que a través de un tornado (al igual que Dorothy) llega al fantástico mundo que tiene su mismo nombre. Allí conoce a Theodora, Evanora y Glinda, las tres brujas, y tendrá que enfrentarse a la bruja mala para ser nombrado rey de Ciudad Esmeralda. Obviamente, si has visto la película de Judy Garland ya intuyes por dónde van a ir los tiros porque la película de 1939 se plantea como una continuidad de ésta que se ha estrenado el viernes pasado.

Vaya por delante que se trata de una película de Disney, con todo lo que ello conlleva para bien y para mal. Es cierto que hay un gran despliegue de efectos técnicos, principalmente enfocados para el 3D y que se nota muchísimo en ciertas escenas, unos efectos especiales bastante bien conseguidos, una estupenda dirección artística dirigida a seguir los pasos de El mago de Oz y mucha imaginería visual y sonora que llama poderosamente la atención. Vamos, es todo tan recargado que es un puro delirio visual totalmente kitsch y que sería el paraíso para Alaska y Mario Vaquerizo.

Pero todo esto no puede cubrir lo que es evidente, y es la de un guión bastante predecible y muy anodino. Entiendo que Disney quiera una película apta para todos los públicos para así llegar a un espectro más amplia de cinéfilos (y recaudar más, obviamente) pero tampoco hace falta llegar a ciertos niveles de sensiblería. Y es una pena porque la historia, aún buscando llegar a la mayor cantidad de público, tenía todas las papeletas para ser un poco más oscura, subversiva si se quiere y con toques surrealistas incluso, sobre todo con un director como Sam Raimi al que, salvo en un par de momentos muy puntuales, apenas se le siente en la película. Si me dijesen que el director es otro, Spielberg o Fulanito de Tal, me lo creería perfectamente.


Y, sin embargo, hay detalles interesantes. Para mí, lo mejor de la película es el comienzo, emulando y homenajeando El mago de Oz así como la escena del tornado porque ya se dibuja por completo al personaje de Oz. El personaje de la muñeca de porcelana que aún siendo tierno y sensible ejerce de contraste y un poco de Pepito Grillo del mago. Y junto con eso me quedo con los personajes de las brujas. Glinda porque aún siendo todo caramelo y azúcar (imitando a la de 1939) no es tan tonta como pueda parecer; y las hermanas Theodora y Evanora porque me encantan, ejercen de contrapunto a Glinda y... bueno, no digo más para no hacer spoiler de la película. Pero si has visto El mago de Oz ya sabes lo que va a suceder. Además, soy fan de Rachel Weisz y aunque en alguna escena pueda parecer que pasaba por allí de casualidad la verdad es que en otras tiene su punto perverso. Y adoro a las chicas malas.


Por último, la música, que ha sido compuesta por Danny Elfman. Como muchos de sus trabajos, y más en una película de estas características, Elfman se ha decantado por una música esplendorosa, apoteósica, sostenida por un tema principal sobre el que vertebra toda la banda sonora. Bien a modo de valses, con coros o en un contexto más íntimo, este tema barre al resto de sugerencias musicales para la película. Y como en casi todos los compositores hay destellos que remiten a otros trabajos de Elfman, como ese comienzo a piano que recuerda Eduardo Manostijeras. No obstante, es un buen trabajo que se acopla perfectamente a las intenciones de la película: delirio visual, recargamiento y espectacularidad.


miércoles, 6 de marzo de 2013

Teacher teacher

Más de una semana sin actualizar como se merece. Demasiado tiempo. Pero en mi descargo he de decir que han sido por los imponderables externos. Esta entrada debería haberse escrito el fin de semana para salir el lunes pero como últimamente los dedico para estar con mi chico de aquí para allá pues no tengo demasiado tiempo. Y, seamos sinceros, prefiero entretenerme en otras actividades más lúdicas con él. No sólo en esas en las que están pensando, viciosillos... que también. En fin, que después del periplo de mi vuelta a casa por culpa del temporal de domingo-lunes en el que no sabía si iba a salir, de qué manera y en qué condiciones iba a llegar a mi casa he encontrado un hueco para escribir, por fin, una entrada nueva.

Lo cierto es que la semana pasada andé algo liado. Por una parte, comencé una nueva edición de ese curso que tengo que impartir a mis compañeros de trabajo (y por el que ni me pagan más ni me lo compensan en días o lo que sea) lo que supone un poco de lío laboral, sobre todo en esta edición en la que tengo gente que se halla en Tenerife y debo estar pendiente de ellos. Pero, vamos, una vez que ha empezado ya todo va más rodado, al menos los primeros días que son los más sencillos. A partir de esta semana ya hablaremos de otra cosa.

Por otra parte, en estos momentos de crisis y recortes por todos lados, J. y yo estamos en la búsqueda de vías de financiación alternativas y que no supongan un sobreesfuerzo notable. El martes me llamó para comentarme que había salido la convocatoria de la UNED para ser tutores de la misma. Y el plazo para presentar las solicitudes finalizaba el jueves. Así que miramos y comprobamos que de su carrera habían salido cuatro asignaturas (tres aquí y una en su isla) y de mi área había una asignatura aquí para el Grado de Filosofía. Así que nos pusimos corriendo manos a la obra y acabamos un poco atacados de los nervios porque, aparte de rellenar un curriculum nada práctico, había que acreditar todo los méritos que presentabas y enviarlo en un fichero pdf. Lo que supone fotocopiar, escanear, convertir... un coñazo, vamos. ¿Fotocopiar? dirán algunos. Pues sí, que algunas cosillas las pude conseguir en formato digital pero otras, que son del siglo pasado, no lo están y allá que me fui cargadito de titulos, libros y revistas para fotocopiar mi minúsculo grano de arena de aportación al conocimiento humano. Sólo espero que el esfuerzo haya merecido la pena y uno de los dos, o los dos, consiga alguna asignatura, aunque lo que pagan es una birria. Y este es sólo "uno" de los embolados en los que estoy metido. En teoría, debería estar preparando ya el material para un curso que debo dar después del verano. En teoría, claro...