Después de bastante tiempo sin pisar tierras peninsulares, como año y medio o así, ya era hora de volver a realizar aunque fuese un minitour. Así que aprovechando el puente de carnavales (aquí el Martes de Carnaval es sagrado), J. y yo nos fuimos a Zaragoza. ¿A Zaragoza? dirán algunos con extrañeza, como si no hubiesen ciudades más cercanas o con mejores planes para ver. Pues mira, que quieres que les diga, que existían dos motivos para ir: uno era ir a ver a un buen amigo que recientemente se había aposentado en esa ciudad tras conseguir trabajo para una larga temporada y el otro consistía en ver a mi familia maña. Que sí, que tengo familia en esas tierras ya que un tío mío procede de un pueblecito zaragozano aunque todos ellos vivan en la capital.
Así que allá que nos fuimos. Tras pasar noche en los Mandriles por aquello de llegar a las horas de la Cenicienta, el sábado cogimos el AVE (que todo sea dicho de paso iba hasta los topes, para que luego hablen de crisis) y nos plantamos en esa ciudad llena de luz y color que es Zaragoza, y que nos acogió con lluvia y frío como no podía ser menos. Soltar los bártulos e irnos de tapas a la zona del Tubo fue todo uno, gracias a que este amigo vive en pleno centro, con lo cual todo nos quedaba a tiro de piedra. Después de ponernos a tono, gastronómicamente hablando, por la tarde decidimos dar un paseo por los alrededores empezando, como no por el Pilar, la Seo y acabamos en el Teatro Romano.
El Museo del Teatro Romano está muy bien, es pequeño pero está bien estructurado y bien montado, con dos partes: la interior donde se encuentran los restos que fueron excavando junto con la historia de su redescubrimiento, y la exterior donde puedes ver lo poco que se conserva del mismo, que es fundamentalmente la parte baja, ya que el teatro fue desmantelado para construir las antiguas murallas de la ciudad.
Obviamente, y estando en una ciudad ajena en pleno fin de semana, se imponía salir ese sábado para catar la noche maña. Con este amigo nos acercamos a la zona de ambiente: primero fuimos al Iman, un pub con buena música donde tomarse algo para luego acabar en el Versus, otro pub que se llenó con los restos del cierre de los demás locales. Me divertí catando a la fauna local y como éramos carne fresca los intentos de ligoteo por parte del personal; claro que con mi proverbial ceguera y despiste, me tuvieron que señalar quienes los especímenes lanzados por nosotros. Tampoco fue para tanto porque, sinceramente y salvo un par de excepciones, el personal era un poco brutángano y bastante normalito, al menos lo que vimos por allí. No obstante, nos fuimos a una hora decente porque, al día siguiente, teníamos almuerzo con mi familia y no era plan de llegar ojerosos y resacados. Y ese fue el plan del domingo, comida, sobremesa y casi merienda con la familia, porque a mis primas hacía bastantes años que no las veía.
El lunes aprovechamos para ver y hacer todo lo que no habíamos podido el día anterior. Subimos a una de las torres de la Basílica, aunque no es especialmente recomendable para los que padezcan de vértigo merece la pena por las estupendas vistas de la ciudad y el río.
Visita cultural a La Seo, la antigua catedral que está completamente restaurada y es una visita cuasi obligada; paseo por las calles del centro para acabar en el Palacio de la Aljafería, sede de las actuales Cortes de Aragón. Bastante recomendable aunque a J. no le gustó demasiado por aquello de que no habían conservado demasiado de la época árabe, normal si tenemos en cuenta que durante los últimos doscientos años había sido un cuartel y que el Ejército había hecho y deshecho lo que quiso y más. Aún así, y al igual que la Seo es una parada obligatoria y recomiendo la visita guiada porque te lo explican con detalle y sólo ocupa una horilla.
Ya el martes tocó realizar alguna compra por el centro, preparar los bártulos y almuezo con mi familia nuevamente, para salir disparados rumbo a Madrid. Lo bueno es que tuvimos un par de horas libres así que nos echamos un salto a Chuequilandia a tomarnos un café y pasear unos minutos antes de volver a la periferia de la periferia en el eterno avión.
Y colorín colorado, este viaje se ha acabado.
4 comentarios:
Me dieron ganas de visitar Cesárea Augusta leyendo tu post.
Veremos qué se puede hacer este verano.
Merece la pena hacer una escala entre Barcelona y Madrid, o viceversa. Se puede ver lo fundamental en un fin de semana, incluso en un día non-stop. Así que ánimo!
Desde luego, sois lo peor de lo peor: tenéis dos horas libres en Madrid y os vais al mariconismo… :P
Es que la cabra siempre tira pa'l monte XDD
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