El baile y yo tenemos una deuda pendiente. Ustedes ya saben que me encanta la música y es escuchar algo mínimamente animado e írseme los pies por ahí. Claro que con la gracia natural que la genética me ha dado, cuando eso sucede es como si un hipopótamo bailase "El lago de los cisnes" en gravedad cero.
Bueno, corrijo. Visto lo visto, los hipopótamos tienen mucha más gracia que yo. Infinitamente, diría. Y es que entre la coordinación que no es mi fuerte, un escaso oído musical y si a eso añadimos mi sempiterno sentido del ridículo pues, vamos, que nunca me encontrarán bailando encima de una tarima y aún menos siendo el centro de atención.
Esto me lleva al ballet. Nunca he sido un especial fan del ballet; sí, vale, conozco algunos como "El lago de los cisnes", "La bella durmiente", "Giselle", "Coppelia" y, mi favorito, "El Cascanueces", pero poco más. Y, por supuesto, no me hablen del ballet contemporáneo porque me siento igualito igualito que ante el arte del siglo XX, una mezcla entre "me la están metiendo sin vaselina y yo sin enterarme o esto es un timo monumental". Eso o soy un paleto de tres pares de narices. El cascanueces es el único que he visto completo, y encima en dvd, y no se porqué es el que más me gusta. Será la música, será la historia, o yo que sé.