Ahora que están a punto de empezar estas fiestas taaaaan entrañables y que es posible que algunos tengáis vacaciones, días de asueto o sencillamente más tiempo disponible, y para evitar que caigáis en el afán compulsivo del capitalismo per se (jaaaaa), aquí van un par de recomendaciones seriéfilas para estos días.
La primera es
Once upon a time, una versión modernizada de los tradicionales cuentos infantiles.
Bueno, versión modernizada no tanto porque pensareis que se trata de algo así como la Caperucita Roja que estrenaron este año y no, no es ese el camino. La serie nos traslada a Storybrooke, un pequeño pueblo donde viven los protagonistas de los cuentos infantiles sin recordar quiénes son por culpa de una maldición que les ha llevado hasta allí. El único que conoce la verdad es Henry, un niño que sale en busca de su madre biológica, Emma Swan, y la trae al pueblo porque piensa que ella puede deshacer el maleficio.
A partir de ahí, van saliendo en cada episodio los protagonistas principales: Blancanieves y el Príncipe encantador, Cenicienta, Rumpelstiltskin, Pepito Grillo... de los cuales vamos conociendo su historia en el mundo fantástico y cómo viven en el mundo real. Todo ello guíado y protagonizado por Henry, quien intenta convencer a una incrédula Emma de que las historia es verdad para que ésta pueda cumplir su destino y deshacer el hechizo. Por supuesto, no todo será tan fácil ya que la culpable de todo, por supuesto quien si no la Bruja, tratará de impedirlo por todos los medios. ¿Cómo? Para eso tendréis que ver la serie.
Once upon a time no es una serie extraordinaria, al menos hasta ahora. Está bien, es correcta, tiene unas buenas interpretaciones, en especial de Robert Carlyle como el histriónico Rumpelstiltskin o Lana Parrilla como la alcaldesa, es entretenida (al menos no se me ha hecho ningún episodio pesado, lo cual siempre es de agradecer) y me gustan las transiciones de la historia entre el mundo fantástico y el mundo real (aunque los efectos digitales canten un muy mucho, claro que es una serie y no una peli de cien millones de presupuesto). Además, vemos en el mundo real los efectos y consecuencias de los cuentos en el mundo fantástico, un poco así como el después de "
... y fueron felices y comieron perdices".
El problema que le veo es que no se si dará para crear una serie a largo plazo; la ABC le ha concedido una temporada completa de veintidós episodios, pero a partir de ahí no se cómo alargarán la trama, lo cual podría ser innecesario o contraproducente ya que podría funcionar perfectamente como una miniserie o serie de una/dos temporadas aunque no mucho más allá. Hasta el momento han emitido siete episodios así que es perfecta para estos días porque los ves en un momento y te pones al día para cuando vuelva dle parón navideño.
La otra recomendación es
Raising Hope, una comedia de la Fox.
Jimmy Chance es un joven de 23 años que una noche conoce a Lucy, se enrollan y resulta que la susodicha es una asesina en serie que acaba en la cárcel. No sabe nada durante varios meses hasta que ella se pone en contacto con él y, tras ser ejecutada, le entregan a la hija fruto de aquella noche loca de
sexo pasión, Hope. A partir de ahí se encargará de cuidarla junto a sus padres, Burt y Virginia (los cuales le tuvieron jovencitos en el instituto), Maw Maw su bisabuela enferma de alzheimer y la ayuda de Sabrina, una cajera de supermercado, de quien está secretamente enamorado.
Al comienzo, la serie puede estar un poco contenida pero en cuanto va avanzando los personajes se desmadran y empiezan a estar en su salsa. Ninguno de ellos tienen demasiadas luces pero lo de los padres es que ya clama, tienen ideas de bombero para salir de pobres o cualquier situación inesperada, a las cuales se apuntan todos encantados. La bisabuela de Jimmy, Maw Maw, protagoniza algunos de los mejores gagss entre el alzheimer y los breves destellos de lucidez en los cuales intenta echarles de su casa. Por no hablar de la galería de secundarios que van circulando por cada episodio, desde el jefe del supermercado donde acaba trabajando Jimmy, hasta la chica del diente negro que monta una guardería donde acaba Hope.
Lo mejor es que no está ambientada en un entorno de clase media o acomodada habituales en las comedias sino que son un exponente de los white trash, los blancos que ocupan la escala más baja de la economía usamericana. De hecho, la familia vive en casa de Maw Maw porque no pueden permitirse vivir en otro lado. Aprovechan cualquier posibilidad de aparentar lo que no son, o disfrutar de aquello que no pueden (como cuando se cuelan en una casa por Acción de Gracias) pero aún así consiguen salir adelante. Como sucede en muchas series, los secundarios son los mejores de la función porque el protagonista es un poco soso (claro que el personaje es así, bastante sosaina). Y, por supuesto, el padre, Burt (Garret Dillahunt) que sale descamisado varias veces y de cuyos momentos siempre esperas más.
Ya van por la segunda temporada pero los episodios son cortitos, apenas veinte minutos, por los que pueden ponerse al día en un flash. Y, ahora, otra poca de música...