miércoles, 29 de abril de 2015

Mujeres y la música en el cine (y III)

Y llegamos a la tercera y última entrega, más que nada porque tampoco se trata de realizar una saga sobre las mujeres que componen sino un breve recorrido por ellas y darlas a conocer un poco. Y en algún momento hay que poner punto y final. En las anteriores entregas le dediqué espacio a las pioneras y a aquellas que fueron las primeras en ser reconocidas en la década de los noventa a pesar de llevar varios años trabajando. En esta nos centraremos en las compositoras que han desarrollado su trabajo desde el nuevo siglo, con la apertura iniciada por aquellas. Lo que no quita para que, al igual que pasaba con casos como Portman, Dudley o Walker, estén componiendo música desde años atrás.

Una de ellas es Lisa Gerrard, que quizás habría que haberla incluido en el capítulo anterior pues entró en el mundo del cine en la década de los noventa. Miembro del grupo Dead Can Dance, suele participar como colaboradora de compositores reconocidos, sobre todo con Hans Zimmer y Pieter Bourke, como sucedió en Heat, El dilema o Gladiator, su trabajo más conocido. Desde entonces ha compuesto para algunas películas, como Ali, Black Hawk derribado, El fuego de la venganza, El rey Arturo o Collateral, aunque de manera discontinua y siempre bajo la supervisión del compositor de la película. Es frecuente que incluya instrumentos exóticos y étnicos así como voces y coros en sus composiciones como forma de destacar y exaltar la acción de la película.



Jocelyn Pook es otra de esas compositoras que provienen del mundo del pop. Su carrera en el cine comenzó cuando Kubrick eligió un tema de su disco Flood para la escena del baile enmascarado en Eyes Wide Shut. Desde entonces ha combinado su faceta de compositora de música contemporánea con la música para el cine, aunque en un tempo más discontinuo al dedicarse tanto a películas más serias como El mercader de Venecia como a tv movies, destacando su participación en dos películas de Julio Medem: Caótica Ana y Habitación en Roma.



Ya es hora de hablar de compositoras españolas ¿no? Que haberlas haylas. Una de ellas es Eva Gancedo, la primera mujer y hasta la fecha la única en ganar el Goya a la Mejor Banda Sonora por la música que compuso para La buena estrella allá por 1997. Ha compaginado su labor en el cine, más bien escaso y centrado principalmente en los primeros años del 2000 con trabajos como Lágrimas negras, Arderás conmigo y La noche del hermano, con su presencia en la televisión donde ha puesto música a series como 7 Vidas o Un lugar en el mundo. Una lástima que no se haya prodigado un poco más en los últimos años.



De la nueva generación tenemos a Zeltia Montes, quizás la cara más conocida de la nueva hornada de compositoras españolas. Con una corta carrera aún pero en la que ya se incluyen documentales, cortos y varios largos como Pradolongo, Vilamor y A Esmorga (las tres del director Ignacio Vilar) así como La tropa de trapo en el país donde siempre brilla el sol. Es, quizás, uno de los valores emergentes de los compositores españoles y esperemos que tenga una carrera fructífera.



Por supuesto, aún se quedan unas cuantas compositoras en el tintero. Por ejemplo, ahí están Wendy & Lisa, un dúo de mujeres que de cantar con Prince en los ochenta y formar su propio dúo musical pasaron a componer para el cine (Mentes peligrosas) pero, principalmente, para series de televisión (Crossing Jordan, Heroes, Nurse Jackie, Mercy, Touch, Witches of East End). O Lolita Ritmanis, compositora que, al igual que Shirley Walker y con la que colaboró durante varios años, se ha dedicado a poner música para series animadas como Batman, Superman, Batman del futuro, Teen Titans, La liga de la justicia, Ben 10: Alien Force y varias más.




Como podreis observar, muchas de ellas provienen o se han refugiado en el mundo de la televisión, un ambiente más abierto y propicio a la participación femenina que las grandes producciones. Esperemos que con los años puedan dar el salto a la gran pantalla y continúen poniendo su toque a la música para el cine. Porque lo que sí he advertido es que se ha producido una regresión; a finales de los noventa y principios de la década del 2000 parecía que la mujer se iba a incorporar definitivamente al mundo del celuloide. De hecho, la mayoría de las citadas en las dos últimas entradas tienen trabajos relevantes y ganan premios importantes. Sin embargo, en los últimos años y salvo honrosas excepciones apenas existen figuras llamativas y en algunos casos sus trabajos se han espaciado sin que exista una nueva generación que las sustituya. Y es una pena porque la música del cine necesita de la visión femenina, de su subjetividad, de su sensibilidad. Ojalá que este panorama vaya cambiando...

jueves, 23 de abril de 2015

Mujeres y la música en el cine (II)

En la entrada anterior comentaba algunos apuntes sobre las que considero fueron las pioneras entre las mujeres que compusieron música en el cine, sobre todo por su regularidad en el trabajo y participar activamernte tanto para la gran pantalla como en televisión.

La situación de marginalidad y excepcionalidad comenzó a cambiar tímidamente en la transición de las décadas de los setenta a los ochenta del pasado siglo. Fue en ese momento cuando empezaron a trabajar la mayoría de las mujeres que trato en esta entrada. Y aunque siempre parezca que se trata de asunto eminentemente anglocéntrico, lo cierto es que hay mujeres compositoras fuera del entorno anglosajón. Una de ellas es la griega Eleni Karaindrou, asociada principalmente a las películas del director heleno Theo Angelopoulos. Activa desde la década de los setenta, es una compositora que se ha dedicado a recuperar la herencia musical helena y aunque ha trabajado fundamentalmente con directores griegos también lo ha hecho con directores franceses y alemanes, como François Gérard o Margarethe von Trotta. Su estilo suele ser más reposado y tranquilo, más acorde al intimismo de las películas europeas, con un predominio de las cuerdas y del piano, buscando reflejar los sentimientos de los protagonistas. Junto a su labor en el cine, ha compuesto la música de documentales y algunas películas para televisión.



Precisamente a finales de los setenta comenzó a trabajar Shirley Walker, una de las grandes compositoras de las últimas décadas. Empezó como instrumentista y arreglista en películas como Apocalipsis Now o El corcel negro y durante la década de los ochenta combinó trabajos como arreglista y directora de orquesta de diferentes bandas sonoras (Hijos de un dios menor, Acusados, Batman, Black rain) con la televisión para la cual compuso música en series como Lou Grant, Falcon Crest, Cagney y Lacey y Playa de China



A principios de los noventa dio el gran salto al cine al componer la banda sonora para Memorias de un hombre invisible, a la que seguirían 2013: escape from L.A., Willard y la saga de Destino final entre otros trabajos en los que se incluyen varias películas para televisión y documentales. Sin embargo, Shirley Walker es archiconocida por poner música al universo del Caballero Oscuro en sus diversas series animadas de los noventa. Comenzó con la película Batman: The mask of the phantom, uno de sus mejores trabajos y que no tiene nada que envidiar (más bien al contrario) a la música compuesta por Danny Elfman o Hans Zimmer, a la que seguiría la serie Batman, The new Batman adventures y Batman del futuro. Junto a estas, compuso música para otras series como The Flash, Viper, Space: guerra estelar, Superman o Spawn. Su muerte prematura hace ya casi nueve años nos privó de seguir contando con esta compositora, que seguro habría dado grandes momentos.




Otro nombre propio entre las mujeres compositoras es el de Rachel Portman. Esta inglesa es, quizás, la más conocida de todas ellas por dos motivos fundamentales: por un lado, por su numeroso y diverso trabajo que abarca desde la década de los ochenta y que se mantiene en la actualidad y, por otro lado, por ser la primera mujer en ganar un Oscar en el apartado de Mejor Banda Sonora por la música que compuso para Emma


Al igual que casi todas ellas, Portman se forjó durante la década de los ochenta en el mundo de las series y películas para televisión, principalmente británicas, un campo que le preparó para dar el salto a la gran pantalla y a Hollywood a comienzos de los noventa. Es entonces cuando firma, para mí, algunas de sus mejores obras como El club de la buena estrella, Solo tú, Sirenas y Emma, por la cual ganó el Oscar en 1996. Tiene un estilo personal en el que abundan las melodías agradables y elegantes, destinadas a ambientar la escena y que se acoplan perfectamente a las películas. Salvo algunas excepciones, consolidó este estilo en los siguientes años en películas como Las normas de la casa de la sidra o Chocolat, quizás su trabajo más popular y conocido, y que le valieron sendas nominaciones a los Oscar en 1999 y 2000.



Desde entonces ha mantenido su sello personal, manteniendo un nivel constante y siendo una garantía de elegancia y calidad con pequeñas joyas como Oliver Twist, La duquesa o Bel Ami. Sin duda, una de las más relevantes en este mundillo musical y que le ha valido ser nombrada Oficial de la Orden del Imperio Británico.



Por último, pero no menos importante, debemos hablar de Anne Dudley. Igualmente británica como Portman, Anne Dudley comenzó en el mundo de la música formando parte del grupo Art of noise y ha sido arreglista, productora y coescritora de canciones de numerosos grupos y cantantes como Tom Jones, Elton John, George Michael, Robbie Williams, Tina Tirner y un largo etcétera.



En el mundo del cine entró a finales de la década de los ochenta con pequeñas producciones pero no sería hasta comienzos de los noventa cuando entró en películas más serias como Juego de lágrimas. Estuvo unos años combinando su trabajo en el cine con el de las series de televisión como Jeeves y Wooster, Kavanagh QC o Crime traveller. Saltó a la fama al ser la segunda mujer en ganar un Oscar en 1997 por la música que compuso para The Full Monty, sorprendentemente porque muchos pensaban y piensan unicamente en las canciones que salen en ella cuando también hay un score propiamente dicho; y porque ese año se batía con pesos pesados como James Newton Howard, Hans Zimmer y Danny Elfman. 




Este Oscar le abrió las puertas de Hollywood y le permitió componer la música de películas como American History X, Fuera de control o Monkeybone y series como El décimo reino. Sin embargo, ha mantenido una carrera un tanto irregular combinando algunas películas menores como Diablo, El libro negro o Tristán+Isolda con las series de televisión, entorno donde se ha refugiado en los últimos años con trabajos como Trial & Retribution, Breathless y Poldark, todas ellas inglesas. Probablemente debido a su actividad más continuada como productora y arreglista de canciones.




Continuará...

jueves, 16 de abril de 2015

Mancini 2015

De estar vivo, hoy Henry Mancini hubiese cumplido noventa y un años. Noventa y un años de canciones, música y magníficas bandas sonoras de películas aún más magníficas. Es imposible quedarse con una de ellas: Sed de mal, La pantera rosa, Desayuno con diamantes, Charada, Días de vino y rosas, Dos en la carretera, El guateque, El expreso de medianoche... La lista es larga, casi tanto como su música. Así que una canción y un tema para recordarle.



martes, 14 de abril de 2015

Mujeres y la música en el cine (I)

Con que se hayan fijado un poco, se habrán dado cuenta que la enorme mayoría, por no decir casi la totalidad, de las bandas sonoras que suelo poner por aquí son realizadas por hombres. Y es que, desgraciadamente, hasta hace bien poco este era un campo totalmente masculino en el que las mujeres apenas participaban. O las dejaban participar, que esa es otra. Esta situación era producto de la situación musical existente en la primera mitad del siglo XX en la que apenas existían mujeres compositoras, salvo raras excepciones, procedentes del entorno académico. Porque hay que tener en cuenta que los nombres más relevantes de las primeras décadas provenían de ese mundo, sobre todo del europeo. Nombres como Max Steiner, Erich Korngold, Franz Waxman, Miklos Rozsa o Dimitri Tiomkin que emigraron de la Europa de los años 30 hacia Estados Unidos y se convirtieron en los impulsores de la música en y para el cine.

A pesar de todo, existen pioneras que desde la década de 1950 componían para películas. Lo que ocurre es que la mayoría de ellas se han refugiado en el mundo de la televisión, tanto en series de animación como reales, un campo de mayor libertad creativa y de género. Una de las primeras en destacar, por no decir la primera, fue la inglesa Angela Morley. Nacida como Walter Scott, realizó algunos trabajos para la televisión inglesa en los cincuenta y sesenta como Hancock y Hugh and I y pequeñas producciones como La ciudad de oro del capitán Nemo. Pero se haría muy conocida como arreglista de canciones para cantantes tan famosos como Shirley Bassey o Frank Sinatra.


Tras su reasignación de sexo a comienzos de los setenta, se trasladó a los Estados Unidos donde desarrollaría el resto de su carrera. En 1973 fue la primera mujer en ser nominada a los Oscar por su colaboración en El principito, junto con Lerner y Loewe, hazaña que volvería a repetir en 1977 con la nominación compartida con los hermanos Sherman por The slipper and the rose: the story of Cinderella. En la década de los ochenta estuvo diez veces nominada a los Emmy por sus trabajos en series como Dallas, Dinastía, Hotel o Falcon Crest, aunque los ganaría en tres ocasiones por los especiales navideños de Julie Christie. Además, fue colaboradora de John Williams en varias películas como Star Wars o Superman e hizo arreglos para la Boston Pops Orchestra de la que aquel era director titular.



Casi coetánea a Ángela Morley se encuentra Wendy Carlos. Carlos es una compositora bastante conocida por ser una de las primeras intérpretes de música electrónica en usar sintetizadores. Su primer disco, Switched-On Bach, de 1968 supuso el primer intento de sustituir la orquesta por el sintetizador y fue todo un éxito, al que siguió The Well-Tempered Synthesizer (1969) en el que hacía un juego de palabras con la obra de Bach El clave bien temperado, a pesar de contar con obras de otros compositores clásicos como Monteverdi Scarlatti o Haendel. Al igual que Morley, Carlos tuvo una reasignación de sexo a comienzos de los setenta firmando con su nombre original Walter Carlos hasta mediados de esa década.


En lo que nos concierne, Wendy Carlos se introdujo en el mundo del cine a través del director Stanley Kubrick para el que compuso la banda sonora de La naranja mecánica, y con el que repetiría en El resplandor. En ambos casos, se complementaba tanto obra original de Carlos como con composiciones clásicas pasadas por el tamiz electrónico, muy del gusto de Kubrick. Al menos, no le ocurrió lo que a Alex North cuando este comprobó en el estreno de 2001: una odisea del espacio que su música había sido sustituida por obras clásicas. Pero, tal vez, el trabajo más relevante por cuanto supuso un trabajo completamente suyo y por lo impactante en el momento en que se hizo fue Tron, la película de Disney. En ella, creó elementos orquestales con sintetizadores analógicos y digitales y coros aunque alguna parte de su trabajo fue descartado. Dada la propia naturaleza de la película, realizada en gran medida con ordenadores, la elección de Wendy Carlos fue todo un acierto que se tradujo en una banda sonora novedosa y efectiva. En la década del 2000 se remasterizó buena parte de su obra, con especial dedicación a los trabajos en las películas de Kubrick.



Continuará...

domingo, 12 de abril de 2015

OST (CLXVIII)



00:00 = "Prelude / Excalibur"
01:07 = "Lancelot And Elaine"
02:50 = "Lancelot And Arthur / Chivalry"
05:04 = "First Battle"
06:44 = "Defiance / Guinevere / Good Knight / Farewell"
07:55 = "Cortege / Queen's Champion"
08:58 = "Happy Island / Court Life / Court Dance #1 / Court Dance #2"
10:24 = "Hawking / Sacrifice"
11:40 = "Morte D'Arthur / Resignation / To The Death!"
13:07 = "Holy Grail / Finale"

miércoles, 1 de abril de 2015

Cincuenta años de arena y gusanos

La primera vez que me acerqué al mundo de Dune fue en su adaptación cinematográfica, aquella del año 1984 dirigida por David Lynch. Hubo partes que me gustaron bastante, me fascinó la estética y la dirección artística y la música de Toto pero reconozco que salí del cine más bien desconcertado y despistado. Normal teniendo en cuenta los años que tenía entonces, el libro de donde procedía la película y la persona que se hallaba tras los mandos de la dirección, eso sin contar con todos las circunstancias que rodearon al rodaje y su adaptación, de lo cual me enteraría muchísimos años después. Lo malo es que esa sensación fue generalizada y contribuyó aún más a convertirla en una especie de película maldita que con los años se ha convertido en una película de culto, no tanto por lo buena adaptación que es como por el intento fallido en que se convirtió.


Por eso, cuando pocos años después aún sin entrar en la veintena, un amigo me prestó su edición literaria de Dune que era un auténtico tocho, todo hay que decir, lo cogí con algo de resquemor y desconfianza. Él me advirtió que no había podido leerlo entero, que había sido una odisea y que lo tuvo que dejar a medias. Cuando empecé con el libro, le entendí perfectamente. Dune es una obra farragosa, lenta, con pocos diálogos y mucha narración descriptiva; pero lo que te remata son los pensamientos de los personajes en los que divagan sobre su actuación y las de los demás y, sobre todo, los sueños, los momentos en los que Paul Atreides tiene sus sueños sobre el futuro, sobre el devenir tanto personal como el de todos los implicados en la historia. Sueños que, en apariencia, no tienen conexión o desconoces de qué van pero que, al final, entiendes o casi logras entenderlo. Pude acabarlo pero me costó sangre, sudor y lágrimas porque mira que al Herbert le gustaba enrollarse. Y entonces pude comprender perfectamente el porqué es un libro cuya adaptación cinematográfica fue un fiasco y resulta harto complicado plasmar en la pantalla, ya sea en formato cine como en televisión.

Y, sin embargo, Dune es un clásico de la ciencia ficción. Desde el mismo momento de su publicación triunfó y se llevó los principales premios literarios del género, el Hugo de 1966 y el Nébula de 1965. Gracias no sólo a la trama de Paul Atreides en la que se combinan casas cuasifeudales con tecnología espacial, intrigas palaciegas, espías, asesinatos, tramas paralelas y múltiples implicados e intereses sino por el tratamiento de temas entonces novedosos como el mesianismo (con la misión de Paul), la ecología (y la imbricación de los fremen con el planeta por poner un ejemplo), la eugenesia y mejora genética, la religión, la economía y la política, todo ello tan entrelazado que resulta difícil, en muchas ocasiones, separar unos de otros de lo entrelazados que se encuentran.


En realidad, no voy a hablar más de Dune por dos motivos: uno, porque llevaría muchísimas entradas poder hacerlo y desglosarlo de manera coherente y exhaustiva; y dos, porque no soy ningún experto en la materia. Y eso supone un trabajo laborioso y complicado ya que Frank Herbert, el autor, siguió escribiendo varios libros desarrollando la trama del primer libro; inicialmente, parece que la intención era convertirla en una trilogía (entre los sesenta y setenta publicó El mesías de Dune e Hijos de Dune). Pero Herbert no puso sustraerse al éxito de la saga y escribió tres libros más en la década de los ochenta y no siguió con ella porque falleció en 1986. 

¿Pero qué más da que mueras cuando tienes hijos que quieren seguir tus pasos y aprovechar tus éxitos? Pues nada, a ponerse. Su hijo Brian Herbert junto con el escritor Kevin J. Anderson publicó dos trilogías más, Preludio a Dune y Leyendas de Dune, a finales de los noventa y comienzos de este siglo, amén de dos novelas más realizadas con esbozos de Herbert había dejado y que se supone concluyen la saga original. Por no hablar de las que han seguido publicando desde entonces. Vamos, algo similar a lo de Tolkien y su hijo. Por razones obvias, todo esto es exclusivo para los muy fans de la saga, entre los cuales pues no me encuentro, aunque reconozco que Dune es una obra relevante en el género de la ciencia ficción. Que quieren que les diga, me quedo con el original.

¿Y a que viene todo esto dirán? Pues mira, en primer lugar, porque precisamente este año se cumple el cincuenta aniversario de su publicación y creo que es un momento estupendo para recordarlo y, en segundo lugar, que mejor manera de celebrar la llegada del Mesías con otro Mesías que además se ponía ciego de especia melange.