viernes, 22 de enero de 2010

Crisis cultural

En este país, y entiéndase ahí lo que se quiera ya sea a nivel nacional, autónomico o insular, la cultura ha sido, es y seguirá, me temo que por mucho tiempo, una maría, una pringada, la primera que en tiempos de crisis sufre con los dineros. Hay que ahorrar en el presupuesto de las instituciones públicas, señalan los políticos, pues empezamos por esas cosillas que nadie utiliza, un poquito de las bibliotecas, otro de los museos, algo más de los archivos, pasamos de fomentar la lectura y no gastamos en exposiciones ni certámenes o concursos culturales, y por supuesto unos tijeretazos en la educación, total para lo que sirve y así tenemos más para lo que realmente importa: nuestros sueldos.

Esta irasosiá (auténticamente ottoniana) viene a cuento de algo que está sucediendo desde hace unas semanas por aquí, y perdonen que me ponga un poco localista. El Museo Canario es una institución científica que se fundó en 1879 y cuya parte museística se centra en los restos arqueológicos dejados por los aborígenes canarios tanto cerámica, útiles, etc., como restos humanos (momias, cráneos ...). Pero además cuenta con una biblioteca importante, no sólo por el volumen sino por su contenido, con libros de los siglos XVI y XVII a la actualidad de y sobre Canarias. A ello se añade la hemeroteca más importante de las islas con ejemplares de casi todos los periódicos editados en las islas desde comienzos del siglo XIX. Y un archivo que, además de fondos privados y personales, cuenta con el archivo del Santo Oficio de Canarias, con documentos desde inicios del siglo XVI hasta bien entrado el XIX y uno de los fondos más usados y más relevantes. Amén de editar revistas sobre historia y arqueología, fomentar prospecciones arqueológicas, etc etc.

Lleva mucho tiempo, demasiado diría yo, arrastrando problemas económicos, se ha convertido en un problema crónico. Hace ya como trece o catorce años echaron a bastante gente pero este año han recurrido a un ERE temporal para despedir durante varios meses a catorce de los dieciocho empleados y cerrar casi todos los servicios excepto el museo. Todo porque las instituciones han reducido su cuantía en las subvenciones, más de lo que ya lo habían hecho el año pasado.

La situación es compleja porque el Museo Canario, a pesar de ser una entidad privada, está considerada como Asociación de Utilidad Pública y presenta sus cuentas al Gobierno de Canarias. Por un lado, es una verguenza que a instituciones como esta, que hacen maravillas con un euro y aprovechan hasta el último céntimo, les racaneen ayudas y subvenciones para que luego te enteres que el Gobierno se ha gastado millones de euros en promociones turísticas que no sirven para nada o despilfarran dinero en crear una policía autonómica. Por otro lado, y se que esto probablemente levantará alguna ampolla, siempre he creído que si no eres viable y no puedes sostenerte económicamente, pues chico, cede tus fondos a la titularidad pública y que ellos lo financien totalmente. Una cosa es que pidas una subvención como complemento a tu presupuesto pero una entidad u organismo que depende en un 75 u 80% de dichas subvenciones para subsistir me parece que no es viable ni tiene futuro porque siempre dependerá del exterior y en cualquier momento se verá con la soga al cuello. Como es el caso. El problema es que los socios nunca querrán ceder los fondos así que esto va para largo y no creo que acabe bien.

Lo único por lo que lo lamento es por la gente que trabaja allí, algunos de los cuales conozco hace mucho tiempo. Gente currante que con pocos medios sacan bastante y mantienen todos los servicios activos. Veremos en qué para todo esto.

Venga, va, algo más relajado para empezar la semana.




2 comentarios:

Nyc dijo...

Pues difícil papeleta si no quieren ceder los fondos, aunque siempre queda el recurso de la expropiación por interés cultural o como lo llamen. Pero claro, como bien dices, ¿quién se va a gastar dinero en cultura?

starfighter dijo...

Nyc, al final acabarán soltando la pasta pero será una solución transitoria; preferiría la opción de convertirse en bien público.