viernes, 2 de noviembre de 2007

De apatías, teatro y música

Llevo varios días apático y algo desganado. La culpa la tiene por una parte la situación de conflicto que tuve con el servicio de personal de mi empresa, que me ha dejado desilusionado y resignado, lo que no significa que lo deje pasar y no luche. El miércoles presenté una reclamación pero estoy convencido que no va a servir para nada; lo siento, soy Virgo y bastante realista y encima conozco cómo funciona la burocracia universitaria. Así que aunque intento ser optimista pues me puede el realismo, qué se le va a hacer. Encima, llevo con un catarro desde principios de semana lo que me ha llevado a frenadolearme, como diría M., y con una media migraña ayer jueves (para empezar bien el puente). Así que hoy viernes, que estoy de puente, me lo voy a tomar con tranquilidad.

Lo mejor de estos días ha sido que fui al Teatro Pérez Galdós invitado por la mujer de un buen amigo. Hacía tiempo que llevaba insistiendo que quería ir al teatro al Auditorio a escuchar música pero, por mi horario laboral, nunca podía. El miércoles me escapé un poco antes del curro y nos fuimos a escuchar los Conciertos de Brandeburgo de Bach. Nunca he sido muy fan de Bach (prefiero otros como Mozart o Dvorak) pero los conciertos son otra cosa; además venía un grupo dirigido por Trevor Pinnock, un gran director. No había estado en el Teatro desde su reapertura en abril y la verdad es que lo han dejado bastante bien aunque lo más novedoso no se ve, claro, porque es la parte del escenario y detrás del mismo.

Por si no se ha notado hasta ahora, siempre me ha gustado la música. Una pequeña frustración es no haber aprendido a tocar un instrumento pero bueno, no se puede estar en todo. Me gusta la música en general, salvo cosas muy contadas como el reggeaton (lo siento pero me supera, es algo inexplicable para mi). Algo que siempre me ha encantando es la música compuesta para el cine; el trabajo que se hace para que la música exprese sentimientos o adorne una situación o ambiente un hecho es algo increible. Y que luego, cuando la escuches, recuerdes esa película o el momento concreto en que suena y te haga revivir esos sentimientos. Esas son las buenas bandas sonoras. Hoy voy a colocar dos fragmentos de bandas sonoras: la primera pertenece a Cold Mountain, compuesta por Gabriel Yared (el mismo que hizo la de El paciente inglés, por citar una) y es una pieza de piano que toca la protagonista; la segunda pertenece a Brokeback Mountain, cuya música compuso el argentino Gustavo Santaolalla y suena al final de la película. Ambos temas son sencillos, que no simples, y melancólicos/nostálgicos; tal vez mi estado de ánimo ha influido en la elección. Otro día pondré algo más alegre.





Larga y próspera vida

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ánimos y sopitas para ese catarrillo y no duermas con el culo al aire que no es bueno ( o si??.....)
besukos
mokko