Hace mucho calor, demasiado, por estos lares. Entre eso y que llevo tres noches durmiendo a ratos por el calor y por vivir en un horno de casa mi neurona ha desactivado cualquier rastro de actividad. Ya se que 35 grados no son nada en esas mesetas castellanas y tórridas costas mediterráneas acostumbradas a temperaturas imposibles pero a mí me tienen hecho una piltrafa humana. Y así voy, con el ventilador a cuestas por toda la casa intentado conseguir un atisbo de aire; que quiero ver una serie me lo llevo al salón, que quiero adecentar la granja me lo traigo al estudio.
De hecho, para refrescarme me estoy planteando ir esta tarde a ver The expendables (Los mercenarios). No por ver cuerpos tórridos, que los que salen ya no es que estén maduros es que están más pasados que el arroz, sino por ese estupendo aire acondicionado de los cines y dejarme arrastrar por la nostalgia ochentera.
Que ganas de hacer como la Ekberg y pasarme por una fuente...
De hecho, para refrescarme me estoy planteando ir esta tarde a ver The expendables (Los mercenarios). No por ver cuerpos tórridos, que los que salen ya no es que estén maduros es que están más pasados que el arroz, sino por ese estupendo aire acondicionado de los cines y dejarme arrastrar por la nostalgia ochentera.
Que ganas de hacer como la Ekberg y pasarme por una fuente...
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