viernes, 28 de enero de 2011

Izquierda izquierda, derecha derecha...

Entre las habilidades que la genética no tuvo a bien concederme se encuentra la del baile. Sí, queridos lectores, puedo decir sin rubor ni verguenza que mi capacidad de bailar es similar a la de la Esteban intentando leer el Quijote. Nula. Lo que ocurre es que a estas alturas de la vida ya no queda ni verguenza ni nada que me impida pasar un buen rato moviendo el michelín cual Carlton con la música de Tom Jones. No hablemos ya de coordinarme con otro miembro, o miembra como diría la Aído, del género humano para intentar una coreografía conjunta, una orca asesina tendría más gracejo que este que escribe.

O al menos eso es lo que pensaba hasta esta semana. Porque menudo bailecito llevo estos días con el tema del concurso. Vamos, que me he aprendido la Yenka y cada día es algo nuevo: que si hoy me tengo que ir, que si mañana me muevo pero no de sitio, que si al otro nos quedamos donde estamos... Ni tiempo de aburrirme, oigan. Ya veremos que sucede hoy, porque seguro que habrá novedades (vaya, encima ejerciendo de pitonisa).

Y a todo esto sigo con mis ejercicios laborales mientras reorganizo el depósito que se ha venido con la mudanza, que mover y colocar dos mil y pico archivadores no se hace en un día. Al menos me ayuda a mantener el tipo, digo el michelín, en su sitio. Pero llego molido a casa y sin ganas de nada, na'más de botarme en el sillón y ver mis series. Así que disculpen que no me levante y les obsequie con un bailecito para demostrar mis recién adquiridas aptitudes. Mi cuerpo y su salud mental lo agradecerán enormemente. Así que en su lugar les pongo a alguien que sí las tenía.




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