martes, 10 de mayo de 2011

Dioses menores

Y no me refiero al libro de Terry Pratchett. Nonono.


El fin de semana pasado se dió el pistoletazo de salida al Gay Pride de Maspalomas, una cosilla que se inventaron hace diez años los locales del Yumbo (ese lugar de vicio y perversión al que todos vamos irremisiblemente) para atraer turistas en mayo, un mes flojo porque ni es verano aún y porque ya han pasado el invierno, carnavales y Semana Satán. Algo más de una semana de fiesta tras fiesta en la que la actividad se puede resumir en playa al mediodía+fiesta por la tarde/noche+sexo por la noche+lo que se tercie. Vamos, un vicio no apto para votantes de Mariano y sus secuaces.

El sábado por la tarde me baje con Mokko y otro colega a tomarnos algo en plan light, todo muy tranquilo y muy relajado porque nos vinimos muuuy tempranito que había planes para el día siguiente. El domingo ya me fui a la playa, a coger mi ración de vitamina D. Aquello estaba de bote en bote, y sólo era mediodía. ¿De dónde coño había salido tanta gente? Porque lo normal es que empiecen a llegar a esa hora, y nos tuvimos que colocar en cuarta o quinta fila cuando lo que me gusta es estar en primera línea de playa viendo los chulazos el mar. No puedo bajar estos días. Eso o me compro un antifaz o, ya puestos, unas orejeras para mirar sólo hacia adelante; que casi nos da una tortícolis mirando a todos lados. Que si mira el chulazo aquel, que si mira el otro que va para abajo, atención a las tres en punto... En fin, que no sabía ya para dónde mirar. Eso sí, como dice el título del post, eran dioses menores porque ya saben que DIOS sólo hay uno.

Una vista con menos gente a las cinco de la tarde

La verdad es que la cosa promete para esta semana. Ayer comí con una compañera y me preguntó sobre el tema del orgullo y tal; le dije lo que había. Claro, ella llegaba de otra isla el domingo por la tarde y se encontró el aeropuerto lleno de maromazos (en concreto, me describió un grupo de italianos) hasta que se dió cuenta que allí no había nada que rascar.

Por último, un grito de cabreo. Estoy harto de las centroeuropeas expansivas. De verdad, jartito me tuvieron el domingo. Uno colocándose en la playa a cierta distancia del personal para no agobiar y viene un grupo de cinco o seis que se te plantan delante (cuando a unos metros había espacio suficiente) con una separación que no llegaba ni a treinta centímetros. Y luego hablando más alto que en un mercado mediterráneo. Eran holandeses, para que luego digan de los españoles o italianos que hablamos alto. Ganas tengo de que suba el mar un par de metros, sobre todo el del Norte...


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