A estas alturas tengo la certeza que existe una conspiración universal para impedir que me convierta en algo parecido a esto.
Y estoy seguro que la hay, aunque, claro, imagino que algo de culpa pueda tenerla el ajetreado y gastronómico fin de semana. Porque después de un puente que ni el de San Francisco sin ir al gimnasio (si estamos de puente, estamos de puente, ¿o no?) he tenido un fin de semana emulando al señor Creosota, entre cafes con churros, cenas románticas, asadero-cumpleaños infantil y partida con los colegas. Vamos, una dieta sana, equilibrada y altamente nutritiva. Anoche, cuando por fin llegué a la cama, me puse a pensar que esto no puede seguir. Ya no tanto porque puedo dejar al señor Creosota como una sílfide a mi lado sino porque mi estómago lo agradecerá sobremanera. Y así, con un mes de adelanto, activé el Nivel 1 de alerta: el de la Navidad.
Para colmo, fue abrir la puerta de casa y, en lugar de un comentario agradable, una voz masculina, un saludo cariñoso, oigo a la petarda de la Milá gritando y me encuentro con mi marido totalmente acoplado en el sillón viendo GH. Un beso rápido y ni cariños ni mimos ni gaitas, salí huyendo al estudio y me enchufé al ordenador un rato pero ni con esas, el facebook estaba echando humo con la nueva edición del sainete Milá & Company. Pensándolo bien, creo que mi plan de encerrarme en un monasterio, tirar la llave a la sima de las Marianas y quedarme allí hasta después de las Navidades no es tan mala idea después de todo...
Y estoy seguro que la hay, aunque, claro, imagino que algo de culpa pueda tenerla el ajetreado y gastronómico fin de semana. Porque después de un puente que ni el de San Francisco sin ir al gimnasio (si estamos de puente, estamos de puente, ¿o no?) he tenido un fin de semana emulando al señor Creosota, entre cafes con churros, cenas románticas, asadero-cumpleaños infantil y partida con los colegas. Vamos, una dieta sana, equilibrada y altamente nutritiva. Anoche, cuando por fin llegué a la cama, me puse a pensar que esto no puede seguir. Ya no tanto porque puedo dejar al señor Creosota como una sílfide a mi lado sino porque mi estómago lo agradecerá sobremanera. Y así, con un mes de adelanto, activé el Nivel 1 de alerta: el de la Navidad.
Para colmo, fue abrir la puerta de casa y, en lugar de un comentario agradable, una voz masculina, un saludo cariñoso, oigo a la petarda de la Milá gritando y me encuentro con mi marido totalmente acoplado en el sillón viendo GH. Un beso rápido y ni cariños ni mimos ni gaitas, salí huyendo al estudio y me enchufé al ordenador un rato pero ni con esas, el facebook estaba echando humo con la nueva edición del sainete Milá & Company. Pensándolo bien, creo que mi plan de encerrarme en un monasterio, tirar la llave a la sima de las Marianas y quedarme allí hasta después de las Navidades no es tan mala idea después de todo...
4 comentarios:
Hagamos un pacto: contarnos el uno al otro cada vez que rompamos nuestro voto de pureza alimentaria y recriminarnos mutuamente nuestra falta de voluntad. ¿Crees que así nos motivaremos mejor?
PD. Si algún día te pones como el de la foto, la gente intentará violarte por la calle. ¿Merece la pena? :-)
Sufur, ya sabes como terminan estos pactos ¿no? Comiendo tarta de queso en una cocina a las dos de la mañana cual chicas de oro.
¿Tú crees que eso puede pasar? Porque cuando veo uno de esos maromazos mi cerebro hace clic y entra en un bucle sin salida pensando en...
Pues esta año hay 20 hermanitos!! vas ha estar mucho tiempo encerrado,
Y a lo de comer, eso nos pasa a todos, un consejo: Orujo blanco tras las comidas, ayuda
Leo, por eso decía lo de tres o cuatro meses, aunque me da que serán más, como dices. Probaré lo del orujo ;)
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