viernes, 3 de septiembre de 2010

Destripando... Los mercenarios

Vamos a ver. Dejemos las cosas claras desde el principio. ¿Qué se puede esperar de una película dirigida y coescrita por Sylvester Stallone, protagonizada por el susodicho junto a grandes dinosaurios como Jet Li, Jason Statham, Dolph Lundgren, Mickey Rourke y Eric Roberts y que retoma todos los tópicos del cine de acción ochentero? Pues eso.

El guión de Los mercenarios es más simple que el mecanismo de un chupachups. Un grupo de individuos que se dedican a eliminar a gente indeseable por todo el mundo recibe el encargo de eliminar a cierto general que ejerce de dictador en una isla llamada Vilena. Obviamente, hay un malo maloso (un Eric Roberts muy en su línea), una chica cuasiflorero y un grupo de machos destinados a cumplir su misión, todo ello ambientado en la típica isla tropical latina donde los soldados son carne de cañón (nunca mejor dicho) para nuestros protagonistas.

Como señala un comentario a la crítica de la película en Blogdecine: "Stallone ha recuperado al macho ochentero, ha recuperado la esencia y el olor de la cutre-movie de la Cannon y nos lo ha traido en pleno siglo XXI. Un ejercicio de nostalgia tremendamente entretenido y eficaz." Estoy totalmente de acuerdo con esta persona. Hay un exceso de machismo y testosterona por todos lados, violencia gratuita y salvaje, sangre, peleas a raudales, adrenalina desaforada, tópicos manidos hasta la saciedad en las pelis de los ochenta (incluso algunas de los noventa). Y aún así, qué quieren que les diga. Me lo pasé pipa, disfruté como un enano, me reí con las salvajadas y burradas. Porque, al menos, uno sabe qué va a ver en esta película y ni se autoengaña ni la película engaña a nadie; en este sentido, es más honesta que muchas películas de autor que sugieren una cosa y se plantan en otra muy distinta porque ni ellos mismos se toman esto demasiado en serio.

Stallone en plena pose de "corre, por dior"

Siempre he visto estas películas como algo totalmente de ficción, como unos dibujos animados pero en carne y hueso, con unas persecuciones de coches imposibles en la realidad; con unas peleas que a los dos segundos habrían dejado k.o. al más pintado mientras ellos se levantan, corren, saltan y demás; con unas megaexplosiones que dejan en pañales la del Krakataoa; y unos diálogos surrealistas y sonrojantes hasta para un bebé. Por eso me lo tomo como son, un ejercicio de descanso neuronal, de disfrute palomitero, sin estar pensando en las motivaciones para que actúen de esa manera o si tal o cual acción es factible en la realidad.
Hay una escena que va a pasar a la categoría de mítica, la del encuentro de tres iconos de la acción ochentera: Stallone, Schwarzenegger y Willis, llena de frases recurrentes y de doble sentido. Lástima que sea tan breve. Obviamente, salimos del cine pidiendo la edición del coleccionista YA.




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