lunes, 7 de febrero de 2011

Amores lejanos

Admiro a las personas capaces de llevar una relación a distancia, sobre todo, porque yo sería absolutamente incapaz de hacerlo. No porque no quisiera, que ya se sabe que cuando el corazón te hace chof ya no hay más nada que hacer (bueno, si alguien te da un ladrillazo en la cabeza en ese momento, tal vez hasta el corazón se despiste por un momento), sino porque el que suscribe es un plasta que necesita a alguien a quien contarle cosas, hasta las más nimias y tontas que te ocurren a lo largo del día, de sobetear a la otra persona, de sentir el cuerpo al otro lado de la cama o pegado a ti, vamos, un auténtico ñoño sentimental aunque sin caer en el megryanismo romántico de Proudstar.

Comento esto porque el sábado pasado acompañé a un buen amigo al aeropuerto a recoger al que ocupa su corazoncito desde hace unos meses. Que viene desde lejos, de la pérfida Albión, casi nada. Luego los llevé a esos sures donde se pasarán unos días juntitos haciendo planes para el futuro porque el anglosajón tenía pensado trasladarse a vivir aquí (aunque ya lo había casi decidido antes de conocer a este amigo, ahora con más motivos). Y la verdad es que me da una alegría ver lo bien que están, lo felices que se sienten y las posibilidades que se abren al horizonte. Ayer bajé con T. a comer con ellos, un día espectacular que incluso me dio rabia no haberme llevado el bañador y tirarme un rato en la arena a coger vitamina D.

Espero que les vaya de maravilla y todo siga como hasta ahora.

A la vuelta pasamos por un centro comercial y vimos una especie de traje estampado, nos miramos (el colega este y yo), nos sonreímos y empezamos a cantar en plan Eurovisión. Mardito, ya le dije que hoy tendría la canción machacando mi cerebro...


1 comentario:

Shanks dijo...

Que es bonito el amor, así cuando llega de esta manera...
:D