lunes, 7 de enero de 2008

De viaje por Paris, episodio 1

Como ya he dicho cienes y cienes de veces, me he ido a Paris de la France a pasar el fin de año con mi nene. Y a petición del respetable paso a contar las aventuras de un canario en ese universo paralelo que es la ciudad de la luz.
El viaje hasta Paris, con escala en los madriles, fue lo más normal y tranquilo que se puediera encontrar uno, hasta pude echar una ligera cabezadita en el primer avión, cabezadita porque yo necesito posición horizontal para poder dormir a gusto, no como mi pareja que se queda frito en cualquier lado ¡que envidia! En fin, llegada a Orly y primer sablazo porque para llegar a Paris toca coger el Orlyval (una especie de tren que conecta con un tren de cercanías y te deja en el centro de Paris) y a pagar 9 euritos por cabeza.
El hotel muy bien, estaba en la zona de Le Marais, muy cerca de una estación de metro y bastante céntrico. Escogí el hotel precisamente por la zona en la que estaba. Tras dejar las maletas nos fuimos a hacer uno de los recorridos de la guía. Una compañera del curro me había dejado una guía de Paris (que luego me compré para tenerla) en la que ofrecían cuatro recorridos por Paris a pie. Pues uno de ellos por Le Marais y lo hicimos por la tarde-noche de la llegada. Pudimos ver algunos sitios de ambiente gay, bares y pubs sobre todo, que luego visitamos. Yendo por una calle nos dan un folleto y vemos que es de una tienda outlet de marcas. Como era justo delante de donde nos dieron el folleto, decidimos entrar a echar un vistazo. Bajamos a la planta baja y lo primero que veo es una chaqueta por 240 euros de nada y pienso: jo, menos mal que es un outlet que si no. Pero claro, todo marcas Prada y demás. Lo más barato eran unas camisitas muy monas por 50 euros. Dos horas en Paris y mi nene aprendió en seguida que Paris bien vale una misa pero más aún una Visa oro (y eso que ya se lo había advertido).
Seguimos dando un paseo, viendo muchas tiendas y llegamos a la Plaza de los Vosgos, muy bonita con muchas galerías de arte bajo las arcadas.

Al día siguiente hicimos otro de los recorridos pero en sentido inverso. Nos fuimos en metro hasta Trocadero, dos edificios simétricos enfrente de la torre Eiffel donde se encuentran varios museos (el de la Marina, el del Hombre y también estuvo hasta hace unos años la Cinemateca Francesa). Nos echamos un salto hasta la torre Eiffel pero salimos espantados por las colas para subir (otro día, baby). Una muestra de lo pequeño de este mundo es que por allí me encontré con un conocido del ambiente gay de esta ciudad y que luego me tropecé nuevamente en los Campos Elíseos. Desde allí nos fuimos caminando hasta el Arco del Triunfo y bajamos por todos los Campos Elíseos hasta la plaza de la Concordia. Un paseo por el Jardín de las Tullerías y un salto hasta la Cité, la isla más grande de las dos que hay en el Sena y origen de la ciudad (en la foto con el Pont-Neuf).


Aquí ya mis pies empezaron a suplicar a gritos un descanso más largo que los anteriores. Así que nos sentamos en una plaza y descansamos. Intentamos ver la Saint Chapelle pero fue ponernos en la fila y decirnos que ya no se podían hacer más visitas (primer intento). En fin, nos dimos una vuelta por la isla e hicimos pequeños descubrimientos. Un mercado de flores y plantas que está genial, mi nene se quedó privado. Un sitio donde te daban chocolate caliente mezclado con ron (aún así resultaba difícil entrar en calor). Y una visita a Notre-Dame, estupenda por fuera pero un poco sosa por dentro y, como la recordaba, un poco oscura para mi gusto (ya se podían gastar algo de dinero en iluminación).




Desde aquí nos fuimos al hotel a descansar un poco porque ya no podíamos más, entre el frío y la caminata llegué un poco reventado. Después de una pequeña siesta a las 7 de la tarde nos preparamos para el fin de año. Uno que es previsor había llevado desde aquí una botellita de vino, jamón serrano, unas aceitunitas y unos mejillones y allí compramos un paté que estaba muy bueno y pan. Así que nos montamos una cenita íntima en la habitación que estuvo genial. Y luego nos fuimos, de nuevo, a Trocadero. Allí había una especie de quedada (por medio de Internet) de españoles y aparecimos unos cuantos. Por lo menos, lo pasamos bien y nos reímos un rato juntos de todo y todos. Aviso para navegantes: el fin de año parisino es bastante soso. No hay campanadas ni fuegos artificiales ni nada de nada. La gente se planta en Trocadero y sabes que es la hora en punto porque la torre Eiffel empieza a brillar de manera intermitente (cosa que hace todas las noches a la hora en punto y durante unos minutos) así que cuando empezó a hacerlo la gente se puso a gritar y yo a contar las uvas: una (pa'dentro), dos, tres, ... De allí nos fuimos a los Campos Elíseos pero la cosa estaba un poco peliaguda porque la policía parecía que iba a cargar y salimos escopeteados. El grupo se dispersó y nosotros nos fuimos al Marais, nos metimos en un local de cuyo nombre ni me acuerdo y nos tomamos unas copillas.



Esto me está quedando más largo que Ben-Hur así que por hoy creo que está bien, ¿no?

En fin, larga y próspera vida para todos.

4 comentarios:

rickisimus2 dijo...

Hijo mío, lo cuentas de tal manera que pareció más un suplicio que un placer. ¡¡¡Más alegría!!!

Seguro que vísteis muchas cosas bonitas, gente interesante, gays gabachos, etc

starfighter dijo...

Jajajajajaa, es verdad. Tienes razón. Pero es que Dios no me dotó con el arte de la narrativa, que se le va a hacer.
Intentaré hacerlo más llevadero en los episodios sucesivos.
Por supuesto que vimos cosas bonitas, geniales, magníficas. Por ejemplo, pasear por los Campos Elíseos siempre es una gozada. Y algunos los he contado: el mercado de plantas de la Cité es precioso (a quien le gusten las plantas, claro), o estar tomando un chocolate caliente en el banco de un parque mientras ves la parte trasera de Notre-Dame.
Intentaré darle más alegría al asunto ;)

Max de Winter dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Max de Winter dijo...

Hay sitios que visitado antes de que existiese F., como Paris, y que espero volver a visitar con él. Lo mejor de Paris es callejear y callejear, como habéis hecho vosotros.

Me hizo gracia eso de que te llevases comida española para la cena. Yo hago lo mismo. No veas, en plena India sacábamos nuestro embutido y éramos la envidia de los españoles que nos veían!